CULTURAS INDÍGENAS DURANTE EL DOMINIO ESPAÑOL
Tras la caída de México-Tenochtitlan en 1521, los españoles decidieron extender su dominio por diferentes regiones de Mesoamérica. Con ese objetivo llevaron a cabo nuevas expediciones y entraron en contacto con grupos indígenas que no habían sido sometidos por los mexicas. Entre éstos se encontraban los tarascos o purépechas, en Michoacán; los mixtéeos de Tututepec, en Oaxaca; los mayas, en la península de Yucatán; los k’iche's y kaqchikeles, en Guatemala, y los chichi mecas, en el norte del territorio actual de México.
El sometimiento de estos grupos fue diferente en cada caso. Los tarascos, por ejemplo, optaron por rendirse pacíficamente ante los españoles en 1522. En ese mismo año, los españoles sometieron Tututepec por la fuerza. En cambio, la conquista de Yucatán fue más lenta, pues duró más de 150 años.
EL NUEVO ORDEN COLONIAL
Tras la derrota de México-Tenochtitlan y otros pueblos mesoamericanos, los españoles establecieron en los territorios conquistados un nuevo orden, el colonial. Éste modificó profundamente la vida de los pueblos indígenas en los ámbitos social, político, económico y cultural. Si bien hubo transformaciones, también hubo permanencias y continuidades. Una de éstas fue la conservación de los señoríos prehispánicos. La compleja estructura del sistema de señoríos fue utilizada por los españoles para recaudar tributos y gobernar a los indígenas, lo cual garantizó el funcionamiento del nuevo régimen.
En la época prehispánica, los señoríos eran llama dos aliépetl en las comunidades de habla náhuatl del centro de México. Este vocablo significa literalmente “agua-cerro”, pues se conforma de los términos atl (agua) y tepetl (cerro), y hacía referencia a un territorio sin importar su tamaño, grande o pequeño, motivo por el cual se traduce como “pueblo” o “ciudad”. Cada aliépetl contaba con sus propias instituciones, tradiciones, lengua y gobernante, es decir, era independiente. Los altepeme, forma plural de altépetl, fueron conservados por los españoles como “pueblos de indios”.
Durante los primeros años de la Colonia, varios de estos pueblos fueron encargados a determinados conquistadores españoles para que los gobernaran en nombre del rey. Ellos recibían uno, dos o tres pueblos como recompensa por sus servicios militares y eran llamados encomenderos, pues se les habían “encomendado” dichos pueblos.
Esta estructura de gobierno se llamó encomien da y tenía por objetivo recompensar con tributos y trabajo indígena a los españoles que habían parti cipado en la Conquista. A cambio de beneficiarse del tributo y trabajo de los indígenas a su cargo, el encomendero tenía la obligación de evangelizarlos. Este sistema de dominio está representado gráficamente en algunos documentos; por ejemplo, en el Códice Osuna, donde el encomendero aparece como un hombre barbado que controla al pueblo de Azcapotzalco. Un hilo negro que une el glifo de dicho pueblo con la figura del encomendero representa la relación de dominio.
El régimen colonial no buscaba exterminar a la población indígena, pues su trabajo y tributo eran una fuente de riqueza para los españoles establecidos en estas tierras. Por este motivo, las leyes españolas reconocieron el derecho de las comunidades indígenas a ser dueñas de sus tierras para cultivarlas y vivir de ellas. Al ser reconocidas por las leyes españolas, las comunidades indígenas acudieron a las autoridades impuestas por la Corona en busca de protección y defensa frente a los abusos de los conquistadores, pero, al hacerlo, legitimaron su subordinación.
Otra medida del régimen colonial que modificó la vida de las poblaciones indígenas fue la congregación. Esta política consistió en trasladar y agrupar a miles de comunidades indígenas en territorios señalados por las autoridades coloniales con el objetivo de facilitar su evangelización y vigilar a los individuos que serían incorporados a las labores en las minas, ranchos y haciendas. Muchas comunidades del centro de México fueron trasladadas a la región norte, poblada por los chichimecas, con lo cual los españoles buscaron atraer a esos grupos nómadas a la vida sedentaria usando como ejemplo a indígenas de territorios conquistados en el centro. No todos los indígenas estaban de acuerdo con esos traslados obligatorios; por ello, algunos deci dieron huir para evitar ser desplazados.
Los españoles buscaron imponer la fe cristiana a los indígenas, ya que su evangelización había sido una de las justificaciones de la Conquista. Aunque casi todos los pueblos indígenas de México fueron evangeliza dos por los misioneros católicos y sus antiguas religiones suprimidas, al final, la cosmogonía indígena terminó combinándose con las creencias católicas. De esta manera, surgieron nuevas prácticas religiosas que han perdurado hasta nuestros días.
Al mismo tiempo, los españoles adoptaron de las culturas indígenas elementos que persistieron durante el periodo colonial, principalmente en la alimentación. Por ejemplo, durante los primeros veinte años después de la Conquista, la ausencia de mujeres españolas ocasionó que las indígenas trabajaran en las cocinas de la mayoría de los conquistadores y, por consiguiente, introdujeron en la elaboración de los alimentos ingredientes de la cocina prehispánica como maíz, frijol, cala baza, chile, aguacate, chía, amaranto, pulque y cacao. Con las semillas de esta última planta se elabora el chocolate, bebida que gozó de gran popularidad entre la población española.
El baño de vapor prehispánico, conocido en náhuatl como temazcal y el cual funcionaba a base de piedras calientes y agua, y que se utilizó en Mesoamérica con fines higiénicos, rituales y terapéuticos, también fue usado por los españoles; se sabe que, durante el siglo xvi, fue frecuentemente implementado en sus casas. En el siglo XVIII, los temazcales públicos de la Ciudad de México eran frecuentados por españoles.
Tras la Conquista, los productos vendidos por los indí genas fueron comercializados por los españoles, entre ellos destacaron el cacao, la grana cochinilla y el pulque.
La grana cochinilla es un colorante natural de origen prehispánico que se obtiene del cuerpo seco del insecto del mismo nombre (llamado científicamente Dactylopius coccus), el cual habita en las pencas del nopal. Se convir tió en un producto muy imponan te en el comercio in ternacional, pues fue una de la principales exportaciones de la Nueva España durante el siglo xvi, después del oro y la plata.
El pulque también fue consumido por los españo les, quienes no sólo se conformaron con beberlo, sino que rápidamente compitieron con los indígenas en su producción, a tal grado que surgieron haciendas pul- queras dedicadas exclusivamente a su elaboración. Las pulquerías que existían en la Ciudad de México, donde se vendía esta bebida, pertenecían a españoles.
La vida económica y la alimentación de los indígenas sufrieron cambios durante la Colonia. Los españoles trajeron consigo desde Europa plantas como el trigo y el arroz, las cuales paulatinamente empezaron a ser consumidas por los indígenas. Además, trajeron animales como vacas, cerdos, ovejas, chivos, caballos y burros, los cuales pronto se convirtieron en parte esencial de la vida de muchos pueblos indígenas, pues los emplearon en sus actividades agrícolas y en una nueva actividad para ellos, la ganadería. Asimismo, los españoles tenían un pensamiento diferente que se mezcló con el de las comunidades originarias: esto dio lugar a instituciones y tecnologías singulares que genera ron una cultura propia de gran potencial productivo.
Los pueblos indígenas de México tuvieron la capacidad de acoplarse a las nuevas circunstancias impuestas por el régimen colonial, las cuales fueron inicialmente adversas en todos los órdenes, hasta que se consolidó la adaptación. Durante la Colonia, estos grupos adoptaron parte de la cultura española y la incorporaron a la propia. El resultado de esta mezcla fue un mosaico de culturas aún vigente.