RUMBO A LA CONSTRUCCIÓN DE UN ESTADO

RUMBO A LA CONSTRUCCIÓN DE UN ESTADO

El México recién independizado se caracterizó por tener un sistema político cambiante. A la caída del Imperio de Agustín de Iturbide, en 1823, los políticos mexicanos reconocieron al régimen republicano como el sistema a seguir; se plantearon dos visiones de República: una federalista, que defendía la soberanía entre las entidades, y otra centralista, que buscaba un Poder Ejecutivo fuerte que mantuviera el control de todo el territorio.

PROYECTOS PARA LA NACIÓN  EN LAS PROPUESTAS CENTRALISTAS Y FEDERALISTAS

La caída del Primer Imperio Mexicano (1822-1823) originó inestabilidad en el país, pues no existían leyes que condu­jeran  debidamente  su  vida  política,  económica,  jurídica  y social. Asimismo, surgieron dos grupos ideológicos: el federalista  y  el  centralista,  lo  cual  ocasionó  conflictos  internos, puesto  que  estas  doctrinas  sostenían  ideas  significativa­ mente opuestas sobre la organización del Estado mexicano.

En  1823,  tras la destitución  del autoproclamado  emperador Agustín  de Iturbide,  quien  el año  anterior ordenó  la disolución  del Congreso,  México  adoptó un  sistema político  republicano  que instauró  un  nue­vo Congreso Constituyente para elaborar la Carta Magna de 1824.  En  ésta se establecerían  las normas de convivencia política,  económica y  social que regi­rían al país.

Este Congreso  estuvo  compuesto  por dos bandos ideológicos quienes representaban  las doctrinas principales que los políticos mexicanos usa­ron  como  base para construir el Estado  durante buena parte del siglo XIX  (1824-1876): federalistas y  centralistas, después nombrados liberales y  conservadores.  Aunque los grupos federalista y  centralista no  eran  ho­mogéneos,  debido  a que algunos mezclaban  elementos de ambas visiones, es posible nombrar los rasgos que los caracterizaron.

México inició su vida independiente con pugnas  internas. Al princi­pio, los  funcionarios  federalistas  y  centralistas  creían que el sistema polí­tico republicano era el más  apto para construir un Estado fuerte frente a la monarquía del Primer Imperio Mexicano; sin embargo, esa noción de República tenía sus  propios  problemas. Los  federalistas  apoyaron la cons­ trucción de un Estado con división de poderes, una distribución territorial en estados (territorios autónomos) y una política que defendía los derechos ciudadanos; mientras  que los  centralistas  fomentaron la continuación de un sistema administrativo similar al virreinal, por lo que su propuesta era un Ejecutivo que concentrara mayor poder que los  poderes  Legislativo y  Judi­ cial, y se apoyara en la fuerza militar y el clero. Esto provocó que no hubiera presidencias ni leyes estables a causa de los conflictos que hubo en ambos bandos mientras buscaban imponer su proyecto político.

CARACTERÍSTICAS POLÍTICAS Y ECONÓMICAS DE LOS PRIMEROS GOBIERNOS. INESTABILIDAD Y CONFLICTOS

Los gobiernos después del Imperio de Agustín de Iturbide siguieron el fede­ralismo y  el centralismo alternativamente, que eran las  propuestas  políticas de la época. El país tuvo dos repúblicas federalistas (1824-1836 y 1846-1857), así como dos repúblicas centralistas (1836-1841 y 1841-1846). Las caracterís­ticas generales de éstas fueron que cada una tuvo su propia constitución y sus presidencias, aunque ninguna logró prevalecer sobre la otra.

En  1824  comenzó  una nueva forma de gobierno  en  México: la primera República federal,  que se mantuvo  hasta 1836.  Guadalupe Victoria,  pri­mer presidente del país, asumió el poder de 1824 a 1829.

Con  la finalidad  de fortalecer al Estado,  el presidente buscó  el recono­ cimiento  de las potencias europeas mediante alianzas políticas y  econó­ micas.  Gran  Bretaña fue el primer país en  reconocer la Independencia de México,  por lo  que el Gobierno  nacional inició  un  acuerdo  comercial con dicho  país,  el cual,  en  1827,  se volvió  el Tratado  de Amistad  y Comercio entre México  y  Gran  Bretaña.  Por su  parte,  Estados Unidos intentó  esta­ blecer la Doctrina Monroe en  México  por mediación  del plenipotenciario enviado  por Estados Unidos a México,  Joel Roberts Poinsett,  quien  inter­ vino en las decisiones de política interna y externa del país, además de que mantuvo  al gobierno  estadounidense al tanto  de las acciones de la política nacional, al tiempo que influyó en la caída de algunos gobiernos.

Durante la presidencia de Guadalupe Victoria hubo  dos conflictos: la conspiración  del padre Joaquín  Arenas (1827),  quien  buscaba reesta­ blecer la monarquía española,  y  el plan  del centralista Nicolás Bravo,  que solicitaba la expulsión  del ministro  Poinsett por su  intervención  en  la política mexicana,  así como  la desaparición  de las logias masónicas que intervenían en el gobierno. Bravo fue exiliado y Arenas, fusilado.

En  1828  se celebraron  las elecciones presidenciales y  el Con­ votó  por el federalista Manuel Gómez Pedraza (1789- 1851); sin  embargo,  Vicente Guerrero  y  Antonio  López de Santa Anna se opusieron  a los resultados y  exigieron  declarar a Guerre­ro como  el segundo  presidente de México,  ya que este antiguo jefe insurgente tenía mayor apoyo  de la población,  mientras que Gómez Pedraza sólo  contaba con  el favor de una escasa élite. Lo  anterior ocasionó  levantamientos,  como  el saqueo  del Parián (mercado  considerado  de lujo  en  ese entonces),  en  la Ciudad  de México.  Ante los hechos,  Gómez Pedraza decidió  renunciar y ceder su  puesto  a Vicente Guerrero,  quien  asumió  la presidencia el 1 de abril de 1829, mientras la vicepresidencia fue ocupada por Anastasio   Bustamante,   quien   pudo   tomar   el   poder   presidencial   en 1830  luego  de  traicionar  a  Guerrero,  para  después  ordenar  su  fusila­ miento  en  1831.  En  ese  periodo,  el  ministro  de  Relaciones  Exterio­res,  Lucas  Atamán,  estableció  el  Banco  de  Avío,  una  institución  que tuvo  la  labor  de  desarrollar  la  industria,  la  agricultura  y  la  ganadería con la finalidad de fomentar la estabilidad económica en México.

Entre 1832  y  1835,  la inestabilidad  política originada por los conflic­tos de poder entre los federalistas y  centralistas,  la falta de recursos,  la deuda externa,  los golpes de Estado  y  la pobreza llevaron  al país a tener 12 presidencias en un periodo de tiempo muy corto.

Además   de   los   conflictos   mencionados,   también   generaron   tensión   entre   el Estado  y  la  Iglesia  algunas  de  las  propuestas  que  impulsó  el  vicepresidente  Valentín Gómez  Farías  en  1833,  en  el  sentido  de  que  el  clero  ya  no  interviniera  en  asuntos políticos  ni  de  educación;  es  decir,  la  Iglesia  no  podría  participar  en  las  decisio­nes  del  Gobierno  y  la  educación  estaría  a  cargo  del  Estado  mediante  la  creación de escuelas para la enseñanza pública, entre otros aspectos.

Asimismo,  a fines del periodo  federalista comenzó  la Independencia de Texas (1835-1836) y  se dieron  también  movimientos separatistas en  los estados de Yucatán  y  Zacatecas.  El 30  de diciembre de 1836  se estableció  la primera República centralista,  lo  que provocó  que entrara en  desuso  la Constitución  de 1824  y  fuera sustituida por las Leyes Constitucionales de la República Mexica­ na,  conocidas como  Las Siete Leyes,  promovidas en  oposición  a las propuestas de Gómez Farías y los federalistas.

En  esa época también  hubo  pugnas por parte de este grupo,  que emprendió dos levantamientos en  contra del gobierno  centralista,  uno  al norte del país y  otro  en  la Ciudad  de México.  Por lo  anterior,  en  1841  comenzó  la segunda República centralista (1841-1846) con  la presidencia de Antonio  López de Santa Anna, quien llamó al Congreso para redactar otra Constitución, que fue

rechazada por tener una visión  federalista.  Esto  llevó  a la formación  de la Junta Nacional Legislativa (grupo  de conservadores),  quienes escribieron  las leyes conocidas como  Bases Orgánicas de 1843,  texto  que organizó  la política del país de la siguiente manera:

4. El Poder Judicial estaría en manos de la Suprema Corte de Justicia y los tribunales.

Si bien  Santa Anna nuevamente fue nombrado  presidente en  1841,  su  poder no  fue constante sino  intermitente en esta época,  ya que el gobierno  conservador tuvo  más de diez periodos presidenciales en menos de una década.

Una de las razones por las que la presidencia de Santa Anna  no  Ríe  continua,  es  que  él  no  estaba  a  favor  de las Bases Orgánicas.  De hecho,  en  1844  intentó  di­ solver esa Constitución,  pero  los conservadores lo impidieron  al destituirlo  del cargo  e imponer a José Joaquín  Herrera como  presidente (1844-1845), quien  intentó  resolver los desacuerdos con  Estados Unidos,  derivados de la anexión  de Texas (1845).  Lo anterior  ocasionó  que  Santa  Anna  y  los  federalistas  se levantaran  en  contra  de  Herrera,  pues  aseguraban  que éste  buscaba  vender  los  estados  de  California  y  Texas  a Estados Unidos.

Tras la  salida  de  Herrera  de la  presidencia,  se  impuso a Mariano Paredes y  Arrillaga  (1846),  quien  inició  un  levantamiento  armado  en  contra  de  los federales  y  no  se  preocupó  por  la  guerra  de  México  contra  Estados  Unidos (1846-1848),  que  se  estaba  desarrollando  en  aquel  momento.  Tales  acciones ocasionaron que Paredes fuera removido de su posición. La última presiden­cia de carácter centralista fue la de Nicolás Bravo (1846), quien se enfocó en la defensa de Puebla, Veracruz, Oaxaca y Tabasco durante la invasión de Estados Unidos a México.

En diciembre de 1846, Antonio López de Santa recuperó el poder y res­tableció la Constitución de 1824, lo cual, por un lado, finalizó las repúblicas centralistas y, por otro, inició la segunda República federalista.

De 1824 a 1846, México se caracterizó por tener un sistema político inestable; hubo dos  repúblicas  federalistas  y  dos  centralistas, cada una con su respecti­ va Carta Magna. Los  federalistas  optaron por seguir la Constitución de 1824, mientras  que los  grupos  centralistas  prefirieron redactar Las  Siete Leyes  y  las Bases  Orgánicas. Asimismo, el cambio constante de presidencias  generó des­ confianza internacional entre los  inversionistas  extranjeros, ya que los  pagos  a la deuda externa eran inconstantes. Lo anterior provocó que México se con­ virtiera en un país  con una economía estancada y  una infraestructura escasa. Por otra parte, el conflicto ideológico entre federalistas  y  centralistas  ocasionó una guerra civil intermitente en el territorio, ya que todos  buscaban establecer su proyecto de Estado, al que consideraban el más conveniente para el país y para sus intereses personales.

La división entre los  bandos  federalista y  centralista ocasionó que el país  pasara por diversas  etapas  de gobierno, que se caracterizaron por el establecimiento de una Constitución que concordara con la visión política del momento: de 1824 a 1835 se implementó la Constitución de 1824; de 1836 a 1841, Las Siete Leyes; de 1841 a 1846, las Bases Orgánicas, y de 1846 a 1857, la Constitución de 1824, nuevamente.

Aunque esos documentos dictaron las normas políticas, económicas y sociales para los  mexicanos, en ocasiones  no se cumplieron ni tuvieron tiempo de establecerse de manera eficiente. Las presidencias de esos años no se consolidaron y sólo se centraron en mantener en el Ejecutivo su proyecto de Estado, en lugar de estabilizar y fortalecer la economía del país para que hubiera ingresos que permitieran pagar la deuda externa y se incentivara la inversión en infraestructura agrícola, minera y ganadera, lo cual habría sido más benéfico para México.