EL COMERCIO TRASATLÁNTICO DE ESCLAVOS

La esclavitud era una práctica común en Europa desde la Antigüedad, cuestión que se extendió hasta América a finales del siglo XVI . La disminución de los trabajadores provenientes de los pueblos originarios provocó que los españoles y portugueses buscaran cubrir la escasez de mano de obra a través del tráfico de personas esclavizadas traídas desde África. Así, a esta población se le impuso laborar, principalmente, en la minería y en la agricultura, aunque también fueron encomendados a otras áreas.

Principales causas que intensificaron el tráfico de personas esclavizadas en América

En los  siglos  XV  y  XVI, españoles  y  portugueses, al llegar al continente americano, buscaron utilizar a la población nativa como mano de obra para los trabajos  de agricultura, ganadería, minería y  construcción. No obstante, con el paso de los  años  se presentaron diversas  problemáticas  que impidieron que los  pueblos  originarios  fueran esclavizados, lo que trajo como consecuencia que los  imperios  europeos  optaran por traficar con esclavos  provenientes  de África para que realizaran los trabajos pesados en tierra americana.

Con  la llegada de Cristóbal Colón  al Caribe en 1492,  la de Pedro  Álvarez Cabral a Brasil en 1500,  y  tras el triunfo de Hernán  Cortés en  la guerra de conquista española sobre México-Tenochtitlan en  1521,  la población nativa fue utilizada para edificar iglesias, caminos,  haciendas e institucio­nes públicas.  Asimismo,  españoles y  portugueses utilizaron  a los habitantes de los pueblos originarios para extraer los recursos naturales del territorio americano,  como  la plata,  lo  que provocó  que éstos dejaran sus lugares de origen  y  se desplazaran a zonas montañosas,  desérticas o  selváticas,  para evitar que fueran esclavizados y a la vez preservar sus costumbres y formas de vida.

Ante dichas situaciones,  fray  Bartolomé de las Casas y  otros religiosos mostraron  su  preocupación  por los maltratos que sufrían  estos pobladores y  solicitaron  a la Corona española intervenir ante el trato  violento  que los europeos ejercían  sobre la población  originaria.  Así,  el Imperio  español ex­pidió en 1542 las Leyes Nuevas que prohibían esclavizar a las comunidades originarias.

Otra de las causas que provocaron  el tráfico  de esclavos africanos a América fue la disminución de la población  nativa a causa de los innumerables contagios de tifo,  viruela,  sarampión,  difteria,  gri­pe y  fiebre amarilla,  enfermedades infecciosas transmitidas por los europeos a la población  americana,  la cual tenía un  sistema inmunológico  que no  había tenido  contacto  con  estos virus letales.  Esto afectó  al número  de nativos disponibles para las labores agrícolas, ganaderas, mineras y de construcción, ya que no había la cantidad de hombres necesaria que pudiera realizar construcciones y  explotar los productos naturales.  Esta baja también  repercutió  en  la fertilidad  de la población  originaria,  puesto  que decayó  el número  de nacimientos por la falta de hombres.

Antes  de que se decretaran las  Leyes  Nuevas, los  conquistadores consideraban que los pueblos originarios no eran personas sino pro­piedades, cuya fuerza de trabajo era vital para generarles riquezas; sin embargo, la intervención y  las  denuncias  hechas  por algunos eclesiásticos  ocasionaron que la Corona interviniera para proteger a la población local. En consecuencia, inició el tráfico de personas africanas esclavizadas en América.

Rutas del tráfico de personas esclavizadas

El tráfico de estas personas se caracterizó por seguir un sistema de asiento y movilidad triangular. El primero se utilizó durante los siglos XVI a XVIII y con­sistía en la firma de un contrato entre los imperios europeos y un vendedor independiente o representante de alguna compañía esclavista. El documento otorgaba los permisos necesarios para la adquisición, transporte y venta de personas en América. Existieron varios asientos o contratos, aunque los pri­meros fueron el español y el portugués; para el siglo XVII, surgieron el francés, inglés y holandés.

El segundo  sistema de este tráfico fue a través de una ruta triangular que abarcaba tres continentes.  El viaje ini­ciaba en  Europa,  donde se cargaban  los navíos con  diversas mercancías,  como tejidos de algodón, armas, bebidas alco­hólicas,  municiones o  tabaco.  Al llegar, la embarcación  a África,  se intercam­biaban  los productos europeos por las personas capturadas o  aprisionadas en alguna guerra entre tribus o  que tenían alguna deuda. Estas personas solían pro­venir de los actuales países de Senegal, Congo, Níger y Angola. Así, los navíos se cargaban  también  con  las personas esclavizadas,  cuyo  número  iba de las doscientas hasta las mil. Luego, el barco partía con rumbo a América, en un viaje de aproximadamente sesenta días.

A  su  arribo,  intercambiaban  a  las  personas  por  productos  como la  vainilla,  el  cacao,  la  grana  cochinilla,  la  tintura  índigo  o  añil, entre otros, para después regresar a Europa con dichos productos.

Cuando  las personas esclavizadas llegaban  a los puertos americanos,  lu­gares donde ocurría su  desembarco,  clasificación,  registro  y  venta,  eran sometidas a los procesos del palmeo  y  la carimba; el primero  consistía en clasificarlas según su fisionomía y el segundo implicaba marcarlas con una pieza de acero caliente.

El tráfico de personas hacia América se llevó a cabo por dos sistemas. El pri­mero fue el asiento, un contrato entre un imperio (España, Portugal, Francia o Inglaterra) y un vendedor o compañía. El segundo fue de movilización, donde la ruta de venta era triangular y se enfocaba en el intercambio de productos eu­ropeos o americanos por personas originarias de África. Estos dos sistemas eran insalubres y violentos, puesto que, durante el viaje a América, se solía transpor­tar a las personas esclavizadas de pie y en un espacio reducido que propiciaba el contagio de enfermedades, las cuales causaron cuantiosas muertes.

Vida cotidiana de la población esclavizada en América

La   vida   cotidiana   de   los   africanos   en   América   giró   en   torno   al   trabajo  en las   minas   o   el   campo.   Socialmente,   fueron   una   población   marginada   de­bido  a  que  carecían  de  libertad.  En  la  actualidad,  aún  se  pueden  observar los  cuadros  de  castas  realizados  durante  los  siglos  XVII y XVIII,  los  cuales  dan testimonio  de  la  cotidianidad  de  los  esclavos  y  sus  descendientes  en  el  con­tinente americano.

Cuando  las  personas  esclavizadas  arribaron  a  América,  su  distribución  no se  dio  de  manera  homogénea;  generalmente  se establecieron en  las  gran­des ciudades para realizar labores de servidumbre doméstica o en las zonas mineras.  En  Nueva España,  a pesar de que sí hubo  población  esclavizada, los europeos,  que eran  dueños de tierras,  talleres y  algunos otros negocios, prefirieron  explotar a los pueblos originarios para los trabajos agrícolas, ganaderos,  mineros o  de construcción.  No  pasó  de la misma manera en  el Virreinato  del Perú,  donde el descubrimiento  del yacimiento  de plata del Cerro Rico del Potosí propició un mayor tráfico de personas.

Las personas esclavizadas eran  propiedad  de un  amo; por ello,  sus derechos eran  muy  limitados.  Por lo  general,  sólo  se les permitía vi­vir con  sus parejas,  denunciar maltratos recibidos por sus dueños y comprar su  libertad.  Sin  embargo,  esto  no  impidió  que la población africana se juntara o  tuviera hijos con  personas originarias,  mestizas, criollas o  españolas.  Esto  provocó  que el sistema de castas,  impuesto por la dinastía Borbón,  generara la siguiente clasificación  sociocultural: cambujo,  nacido  de padres negro  y  albarazado; albarazado,  de padres indígena y  jíbaro; lobo,  de padres mulato  y  chino; mulato,  de padres español y  negro,  y  zambaigo,  de padres indígena y  cambujo. Todos eran  una mezcla entre una persona negra con  una persona blanca, nativa o mestiza.

Una vía que permitió que las personas africanas se integraran a la so­ciedad novohispana fue la unión conyugal con españoles  o pobladores originarios, la cual originó nuevas castas. En algunos sitios de América se desarrollaron comunidades  de afrodescendientes; por ejemplo, Carabayllo, Huachingo, Matuna, Petapa o Cerro de Coyula, las cuales permitieron que se replicaran las costumbres y tradiciones africanas como la religión (santería, palo monte o vudú); la comida (consumo de café o de aceite de palma), y  la música (el intercambio cultural de sonidos  permitió la formación de géneros musicales como el merengue, la cumbia o el chachachá, entre otros).

La  presencia  de  africanos en  América  se  debió  a  la  prohibición  de la  esclavitud  de  pue­blos originarios,   la   negación   que   los   nativos   tenían   para  trabajar  con  los  europeos  y la   propagación de enfermedades   que   disminuyó  la  población  originaria  a  finales  del siglo  XVI  y  durante  el  XVII.  Estas circunstancias  motivaron  a  españoles  y  portugueses  a contrarrestar  la  falta  de  mano  de  obra  por medio  de  personas  provenientes  de  África, medida  que,  a  su  vez,  derivó  en  la  configuración  de  dos  sistemas de organización  de tráfico  de  personas  esclavizadas:  el  asiento y el  comercio  triangular.  El objetivo  principal de  ambos  fue  intercambiar  personas  africanas  por  diversos  productos. Entonces,  cuando llegaron  los  africanos  al  continente  americano,  los  españoles  los  destinaron  a  cubrir­ la mano de obra faltante.