DICTADURA DE SANTA ANNA Y REVOLUCIÓN DE AYUTLA (1853-1858)

DICTADURA DE SANTA ANNA Y REVOLUCIÓN DE AYUTLA (1853-1858)

A mediados del siglo xix, la situación de México era complicada debido a la inestabilidad política y económica derivada de los problemas que surgieron al inicio de la vida independiente, así como la constante lucha entre los partidarios de los modelos políticos liberal y conservador. Todo lo anterior dificultó la aplicación de medidas duraderas encaminadas a solucionar los conflictos de la nación. Este contexto de inestabilidad fue aprovechado por el grupo conservador para establecer una dictadura.

IDEAS Y REPRESENTANTES DEL PENSAMIENTO LIBERAL Y CONSERVADOR HASTA MEDIADOS DEL SIGLO XIX

En el largo proceso de búsqueda y  experimentación de proyectos nacionales durante las primeras décadas de vida independiente, surgieron propuestas  para solucio­ nar los  problemas  de la nación. Las  élites  gobernantes discutieron sobre cómo incorporar y  adaptar modelos políticos, económicos  y  sociales  a la realidad del país. Los participantes de estos debates se agruparon en dos bandos  de pensamiento político: los  conservadores  y los  liberales. Estos  grupos  participaron en la implemen- tación de los  proyectos  que articularon la vida política de México durante gran parte del siglo xix. Además, su rivalidad evidenciaba un dilema, establecer un gobierno heredero de las  desigualdades  del régimen virreinal o apostar por un régimen moderno.

Desde el inicio  de la vida independiente en  1821,  distintos modelos de organización  política se dirimieron  en  el terreno  de las ideas,  la política,  la economía,  la sociedad  y  las armas.  A partir de su  afinidad ideológica,  los miembros de estas élites se agruparon  en  dos grandes bandos políticos: el liberal y  el conservador,  y  ambos difundieron sus ideas a través de periódicos y revistas.

Los liberales se inclinaban  por un  proyecto  de nación  que siguiera los principios de las filosofías políticas francesa y  estadounidense. También,  pretendían  que México  fuera un  país de individuos libres en donde todos fueran iguales ante la ley; además, defendían al Estado laico,  es decir,  abogaban  por separar la influencia eclesiástica de las decisiones políticas.

También  consideraban  que la forma de gobierno  más adecuada para el país era la República, en la cual los poderes Ejecutivo, Legisla­ tivo y Judicial se separaran para evitar abusos por parte de una persona o  institución.  Asimismo,  se identificaban  con  el federalismo,  doctri­ na política que promovía la autonomía de cada uno de los estados y territorios que conformaban  la geografía nacional.  Para lo­ grar un Estado fuerte y con respaldo popular, los liberales im­ pulsaron  un  gobierno  democráticamente electo  mediante el voto  popular.  Una primera generación  de liberales identificó los retos de la nueva nación  y reflexionó  ampliamente sobre ellos.  Dos personajes sobresalieron  en  esta tarea: el doctor José María Luis Mora y Valentín Gómez Farías.

Por otro  lado,  los conservadores sustentaban  sus ideas en la tradición  y  las costumbres,  y  señalaban  que México  no debía cambiar un  modelo  político  y  social vigente durante siglos al incorporar ideas novedosas que,  desde su  perspec­ tiva, resultaban extrañas a la realidad y al contexto del país.

Por ello,  proponían  mantener la estructura política y social heredada del periodo  virreinal,  argumentando  que era conocida y  que su  funcionamiento  había sido  probado. De acuerdo  con  ellos,  no  se debía ir en  contra de cos­ tumbres tan  arraigadas,  además se trataba de un  tipo  de régimen que garantizaba la continuidad de sus privilegios.

La corriente conservadora estuvo  impulsada y  confor­ mada,  en  su  mayoría,  por grupos cercanos a la Iglesia y  al ejército.  El conservadurismo  justificaba los privi­ legios de unos cuantos que se hacían  llamar “hombres de bien”,  quienes contaban  con  un  alto  ingreso  econó­ mico  y  propiedades.  Para ellos,  la religión  católica era el único  elemento  de unión  en  toda la nación,  porque representaba un  rasgo  de identidad  que compartían  to­ dos los habitantes,  sin  importar sus diferencias sociales o  geográficas.  Debido  a esto,  deseaban  mantener los privilegios eclesiásticos porque,  en  su  visión,  defender la religión  era defender la unidad  nacional.  Además, consideraban  favorable que la Iglesia tuviera a su  cargo la educación,  pues formaría moral mente a los estudiantes en las costumbres que cimentaban la identidad nacional.

El grupo  conservador estuvo  conformado,  en  su  mayoría,  por las éli­ tes de empresarios,  dueños de minas,  comerciantes,  clérigos,  militares y algunos extranjeros.  Su  proyecto  buscaba establecer un  gobierno  fuerte, centrado  en  una sola persona que tuviera la capacidad  de disponer lo necesario  para responder a las necesidades del país.  Tenía preferencia por un  modelo  monárquico  o  centralista,  es decir,  una organización  similar al antiguo  orden  virreinal,  y  donde las diversas regiones estuvieran  bajo el control del centro.  Una de las figuras más importantes de esta corrien­ te fue el empresario, escritor y político Lucas Atamán.

El debate ideológico entre liberales  y  conservadores  fue, a su vez, un conflicto entre dos  proyectos  de nación, el cual es  clave para enten­ der el desequilibrio que se vivió durante las  primeras  décadas  de gobierno independiente. El resultado de dicha confrontación fue la inestabilidad política y económica que dejó al país más vulnerable fren­ te a las amenazas de conflictos políticos y militares dentro y fuera de las fronteras nacionales con el exterior.

LA DICTADURA DE SANTA ANNA

Hacia mediados del siglo xix, con el país en peligro de desarticularse por la notoria falta de unidad nacional, emergió la figura política del general Antonio López  de Santa Anna. Respaldado por el grupo conservador, encabezó una dictadura militar.

Tras la derrota ante la invasión  estadounidense (1846-1848), México  intentó  reorganizarse en  medio  de múltiples dificulta­ des.  Entre 1848  y  1853,  los presidentes José Joaquín  Herrera y  Mariano  Arista tuvieron  periodos de gobierno  caracterizados por la falta de recursos y respaldo social; ambos fueron constante­ mente amenazados por levantamientos militares y  conflictos sociales en las entidades federativas.

En  ese contexto,  liberales y  conservadores buscaban  una figu­ ra política con  la fuerza y  habilidad  necesarias para hacer frente a la situación.  Antonio  López de Santa Anna decidió  apoyar al grupo  conservador a pesar de que años antes había estado  en  el bando  liberal.  Con  el argumento  de la situación  de emergencia que atravesaba el país, en 1853 se levantaron en armas en Guada- la jara para instalarlo en el poder.

Este contexto  permitió  que los conservadores impulsaran  una dictadura militar,  es decir,  el gobierno  de un  hombre apoyado  por el ejército. Se le otorgaron facultades extraordinarias a Santa Anna, quien  gobernó  centralizando  el poder en  sí mismo; además,  dis­ puso  a su  criterio  el poder político,  económico  y  militar sin  opo­ sición  ni contrapesos,  argumentando  que con  ello  se lograría la unidad nacional y se aplacarían los conflictos internos.

En  un  principio,  el consejero,  impulsor y  aliado  de esta dicta­ dura fue Lucas Alamán,  quien  murió  poco  tiempo  después,  en junio  de 1853,  dejando  a Santa Anna desprovisto  de respaldo ideológico.  Así,  comenzó  un  periodo  caracterizado  por constan­ tes abusos de poder justificados bajo  el argumento  de las “cir­cunstancias que atravesaba el país”.  Las élites conservadoras,  la Iglesia y  el Ejército  Rieron  los beneficiarios de este gobierno,  por ser sus aliados.

Durante  la  dictadura  de  Santa  Anna.  Los  excesivos  impuestos,  las libertades   limitadas   y   el   régimen   represivo   provocaron  descontento social  a lo  largo del territorio nacional. Además, el gobierno de Santa Anna no logró solucionar las problemáticas nacionales.

La dictadura de Antonio López de Santa Anna se caracterizó por sus excesos y abusos, resultado de la centralización del poder en una sola persona, que gene­ ró un gobierno sin contrapesos. La supuesta salida a un periodo de crisis abrió la posibilidad al grupo conservador de implantar una dictadura cuyos  resultados fueron la represión, la dilapidación, el despilfarro y la frivolidad.

LA REVOLUCIÓN DE AYUTLA Y EL FIN DE LA DICTADURA

La política dictatorial del general Antonio López de Santa Anna creó un cli­ma de descontento que se cristalizó en la Revolución de Ayutla, la cual logró reunir a los liberales y algunos sectores populares en contra del presidente y, con ello, marcar un punto de quiebre en el desarrollo de la historia nacional.

A principios de 1854, en Ayuda, Guerrero, el antiguo insurgente Juan Álvarez se rebeló contra la dictadura de Santa Anna.

Ignacio  Comonfort junto  con  Florencio  Villareal y  Álvarez procla­maron  el Plan  de Ayutla.  Este pronunciamiento  llamó  a defender las libertades y  terminar la dictadura,  entre otros aspectos.  La trayectoria de Álvarez,  durante la guerra de Independencia en  la década de 1810, le otorgó  respaldo  ideológico  y  legitimidad  política al movimiento  de Ayutla,  al cual se incorporaron  jóvenes liberales.  El segundo  al mando fue Ignacio Comonfort.

En  Acapulco,  Comonfort se puso  al frente del ejército  rebelde y se movilizó  para conseguir armas y  recursos,  incluso  de Estados Uni­ dos.  La respuesta del dictador fue violenta: dio  la orden  al ejército  de reprimir a la población  para ahuyentar a los simpatizantes y,  con ello, detener este movimiento; sin  embargo,  lejos de disuadir la participa­ción,  los excesos de la represión  debilitaron  el apoyo  santanista y  favore­cieron la causa rebelde.

Para mantenerse en  la presidencia,  Santa Anna lanzó  un  plebiscito  con el que pretendía justificar su  permanencia en  el poder,  así como  utilizarlo para identificar a los opositores y  encarcelarlos.  Ante la amenaza hacia su persona, y al ver que el apoyo a la rebelión de Ayutla crecía por todo el país, Santa Anna optó por huir de México el 9 de agosto de 1855.

Siguiendo  las premisas del Plan  de Ayutla,  se restauraron  las libertades y  garantías individuales y  comenzó  un  proceso  de reconstruc­ ción  nacional.  Juan  Álvarez se convirtió  en  presidente interino  de la República en  octubre de 1855»  pero  renunció  en  diciembre del mismo año y Comonfort asumió la presidencia.

Con la Revolución de Ayutla, como respuesta al fracaso de la dictadura de Santa Anna, se logró reorganizar y  re­ configurar al grupo liberal, así como reunir a la oposción del régimen en una nueva generación. El bando conser­ vador, la Iglesia y  el Ejército perdieron el poder, pero no desaparecieron; es  decir, tuvieron nuevamente un peso importante en los años posteriores.

Como respuesta al régimen dictatorial de Antonio López  de Santa Anna, se logró consolidar un grupo político que, con su triunfo, marcó un momento definitorio para establecer un proyecto liberal de nación. Tras el triunfo de la Revolución de Ayutla co­ menzó un proceso de transformación profunda, que incluiría, finalmente, la creación de una nueva constitución promulgada en 1857.