EXPANSIONISMO DE ROMA

Roma pasó de ser una pequeña aldea a convertirse en la sede de un gran imperio. Unificó a prácticamente todo el accidente de Eu­ropa e importantes regiones al oriente, y logró mantener con cier­ta estabilidad este territorio por siglos. Esta expansión  territorial se logró gracias a las guerras que emprendió su ejército. A veces aprovechó conflictos internos o entre regiones para establecer el control político. Las resistencias de los pueblos locales, coma los celtas, en ocasiones duraron décadas, y las amenazas de invasiones fueron constantes.

Una  de  las características de  Roma  fue  la consolidación  de  un  extenso imperio  apoyado en su ejército. Las regiones  anexadas fueron llamadas provincias  y  casi siempre  lo  fueron  mediante  conquistas  violentas.  La forma de gobernar esas regiones fue  variada, a veces se les dejaba ser au­tónomas y en  otras eran controladas completamente por gente impuesta.

Roma basó su  riqueza en  gran medida en  los impuestos que cobraba a estas provincias. Los tributos generaron  una fortuna que benefició a los patricios y funcionarios a costa de los esclavos y los plebeyos. Las rebelio­nes y conflictos en las provincias contra las abusivas  medidas impuestas por Roma, o contra funcionarios corruptos, fueron constantes. El ejército romano fue creciendo y se convirtió en  un pilar de Roma. Fue usado  para vencer a sus enemigos y mantener la paz. Tuvo innova­ciones que explican su éxito: fue conformado por soldados profesionales, pagados y entrenados para los fines que les encomendaran.

Una vez conquistado todo el territorio de lo que hoy es Italia (281 a. n. e.), Roma se enfrentó a Cartago, que era una potencia rival. Las guerras entre los cartaginenses y los romanos son llamadas las guerras púnicas (264-146  a.  n.  e.)  y fueron  tres, largas y complejas.  Roma  posterior­mente conquistó sus regiones cercanas al oriente, es decir, la actual Gre­cia y lo que habían sido los imperios de Persia y de Macedonia.

Los romanos  también  lograron  conquistar  la  península  ibérica (actualmente  España  y  Portugal),  así  como  Galia  (lo  que  hoy es Francia, Países Bajos y Bélgica), tras acabar con la persistente resistencia  que  ofrecieron  por  décadas  los  pueblos  celtas  y  los galos. Con César, controlaron  Egipto,  que fue  una importante provincia,  y se  marchó  hacia la actual Gran  Bretaña,  territorio que tardaron en controlar, aunque no lo lograron por completo. Su máxima extensión llegó hasta el sur de Alemania y el norte de África, poco después de Augusto.

César expresó el deseo de un imperio en el que todas las provincias y sus ciudadanos tuvieran cierta igualdad, algo que nunca se logró en Roma. El imperio se extendió, y aunque en algunos aspectos fueron más permisivos, siempre se mantuvo una política de conquista y ex­plotación hacia las provincias, aunque no tuvo rivales importantes por mucho tiempo. Mantener controlado un territorio tan grande fue complejo, y se logró principalmente mediante el ejército, aunque no logró que Roma estuviera exenta de problemas internos, y cada vez mayores amenazas externas.

Controlar un territorio tan grande acarreó muchos problemas internos que fueron cre­ciendo con el tiempo: el creciente poder de los emperadores, la corrupción, el tamaño del territorio, los conflictos entre los grupos sociales, el poder del ejército, las ambiciones y los intereses. Estas características del lmperio romano se convertirían más adelante en problemas que, al no solucionarse, darían pie a un creciente malestar social y fueron la base de la decadencia de Roma.