EL PAÍS DESPUÉS DE LA GUERRA
La Independencia de Nueva España que vio nacer al Imperio mexicano se proclamó el 27 de septiembre de 1821, pero el triunfo no estuvo acompañado de los ideales de Hidalgo o Morelos; sino que las clases sociales económicamente fuertes, la denominada "oligarquía criolla", aprovecharon la coyuntura y lograron un cambio de gobierno en la forma, pero no en el fondo. Si bien se rompió la relación de sometimiento con España, no existió la intención de que las estructuras de control interno se modificaran, ni que se eliminara la división de clases; sólo se realizó una reestructuración de las posiciones de poder.
Agustín de Iturbide como primer emperador y su relación con las oligarquías criollas
Desde el inicio del movimiento de Independencia, existieron múltiples pos turas respecto a lo que se pretendía realizar si el resultado favorecía al mo vimiento insurgente. Existían varias: mientras que Ignacio Allende deseaba tener un gobierno monárquico, Miguel Hidalgo proponía un gobierno repu blicano. José María Morelos tenía un pensamiento similar al de Hidalgo, pero planteaba la independencia respecto a España, mientras que su contraparte, Ignacio López Rayón, apostaba por tener un rey que gobernara a los mexica nos. Con la firma de los Tratados de Córdoba se ratificó que las élites ganado ras querían un monarca, preferentemente de origen español.
El Plan de Iguala estableció que la corona del nuevo gobierno sería ofrecida a Fernando VII y dejaba claro que la Iglesia conservaría sus fueros (ventajas o privilegios jurídicos) y sus propiedades. También estableció que se crearía una junta y, posteriormente, una regencia encargadas del gobierno mientras se designaba al nuevo monarca.
Con la firma de los Tratados de Córdoba el 24 de agosto de 1821, se determinó que el tipo de gobierno del llamado Imperio mexicano sería una monarquía constitucional moderada, por lo cual se convocaría a Fernando VII para gobernar o, en su defecto, a su hermano Carlos u otro familiar suyo; o, en último caso, a quien la junta o la regencia del Imperio designara.
El 28 de septiembre de 1821, el Ejército Trigarante entró triunfalmente a la Ciudad de México. Al día siguiente se instaló la Junta Provisional Gubernativa, la cual funcionó como Poder Legislativo y estuvo integrada por un grupo de 38 individuos. Estos eran miembros de la Iglesia y del ejército, así como terratenientes, mineros, comerciantes y magistrados del antiguo gobierno; ninguno había sido insurgente. Ese mismo día se instaló la Regencia, la cual funcionó como Poder Ejecutivo provisional y los miembros de ese órgano fueron nombrados por la Junta Provisional. Ambas instan cias quedaron a cargo de Agustín de Iturbide.
Al frente de la Regencia, Iturbide reorganizó al ejército, estableció la libertad de comercio y reafirmó la abolición de castas y la igualdad de los ciudadanos. En los hechos, la situación de la clase de escasos recursos no cambió, ya que la estructura socioeconómica no fue alterada: en los latifundios aún había explotación e incluso esclavitud, y los pueblos originarios y las comunidades afromexicanas continuaron siendo discriminados y maltratados.
Por último, se convocó a elecciones para elegir a los diputados que integrarían el Congreso Constituyente. Este quedó formado con miembros de diversos grupos sociales e intereses específicos, como terratenientes, militares, clérigos, abogados y antiguos insurgentes; estos últimos se au- tonombraron patriotas. La diversidad de opiniones entre las facciones provocó conflictos en el Congreso, ya que existían distintos puntos de vista respecto a cómo debería organizarse el gobierno y nadie estaba dispuesto a perder los privilegios que había tenido durante la Colonia.
En febrero de 1822 llegó la noticia de que las cortes españolas habían rechazado los Tratados de Córdoba y, por tanto, negaban la Independen cia de México. Los partidarios de Iturbide aprovecharon la situación y el 18 de mayo de ese mismo año, un grupo de militares propuso coro nar a Iturbide. Las pugnas en el Congreso se intensificaron, por lo cual Iturbide, recién coronado emperador, determinó disolver al Congreso y encarceló a algunos diputados.
Tras un año de vida independiente, la situación de los latifun dios, es decir, de las grandes extensiones de tierra con un único dueño o pequeños grupos de dueños, continuaba intacta; mientras que, en muchas regiones del país, la esclavitud y la discriminación a los pueblos originarios y las comunidades afromexicanas no cesaba.
Por estos motivos, el general criollo Antonio López de Santa Anna decidió levantarse en armas, respaldado por antiguos insur gentes, y declaró la nulidad del Imperio. Iturbide, al no contar con apoyos para seguir gobernando, se vio obligado a renunciar. Poco después, el Congreso lo desterró y, cuando regresó al país en 1824, fue apresado y fusilado.
Agustín de Iturbide aprovechó las circunstancias políticas tras la Independen cia y logró convertirse en el primer monarca del Imperio mexicano. Tuvo el apoyo de la Iglesia y la aristocracia criolla, que buscaban mantener sus privi legios, pero éste no fue suficientemente fuerte para mantenerlo en el poder.
CAMBIOS POLÍTICOS Y SOCIALES DE LA CONSTITUCIÓN FEDERAL DE 1824
Las llamadas clases populares, principalmente pueblos originarios y co- munidades afrodescendientes, no participaron en las decisiones sobre el rumbo político y económico del nuevo país. Por un lado, la vida de la población, después de la Independencia, no cambió; por otro, la Iglesia y los ricos propietarios conservaron el poder.
Al finalizar la lucha por la Independencia, la situación económica de México era compleja y muchas de las actividades económicas se paralizaron porque el gobierno no tenía ingresos, por ello, solicitó préstamos a otras naciones. El campo fue abandonado, los terrenos de cultivo fueron destruidos y la mayor parte de la producción se destinó a sostener a los ejércitos.
El sector minero también se encontraba paralizado porque, al igual que en el campo, muchos trabajadores se habían incorpo rado al movimiento armado, de modo que no había suficiente mano de obra, además de que se requerían muchas inversiones para reanudar las actividades; pero, por la desorganización general que vivía el país, éstas no se concretaban.
La Independencia no cambió las relaciones sociales que habían prevalecido en la Colonia. En teoría, esclavos, indí genas, mestizos y los miembros de las demás castas ya eran libres e iguales ante la ley, pero las autoridades la ignoraban y no la hacían cumplir, por lo que los caciques y terrate nientes seguían explotando a las clases más desfavorecidas. Comuneros y peones fueron despojados de sus tierras y ex plotados en las haciendas. Algunos de éstos optaron por huir hacia las ciudades, aunque, debido a la falta de opor tunidades, vivieron en la indigencia. En contraste, la clase dominante y los miembros de Iglesia mantuvieron los pri vilegios de los que gozaban desde la Colonia.
Clérigos, terratenientes, dueños de las minas, grandes comerciantes y manufactureros vieron incrementar su ri queza a pesar de las difíciles condiciones que atravesaba el país. La Iglesia tenía ingresos provenientes de ofrendas, diezmos, limosnas, misas, créditos e hipotecas, además de ser propietaria de la mayoría de las tierras. Los terrate nientes eran dueños de grandes extensiones de terreno, ya que eran herederos de españoles y criollos, de modo que conservaron sus privilegios y estilo de vida.
El 4 de octubre de 1824, las autoridades juraron la Constitución Fe deral de los Estados Unidos Mexicanos, inspirada en la Constitución de Cádiz (España) y la de Estados Unidos. Esta se convirtió en la primera Constitución de México como país independiente. Una vez promulga da, se celebraron las primeras elecciones, en las que José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix, conocido como Guadalupe Victoria, fue designado primer presidente en la historia de México, mientras que el vicepresidente fue Nicolás Bravo. Ambos entraron en funciones a ini cios de octubre de 1824.
La consumación de la Independencia no pudo contribuir a los anhelados cambios, en princi pio, porque los grupos más poderosos no estaban dispuestos a perder sus privilegios; así, los pueblos originarios y las comunidades afromexicanas se mantuvieron en las mismas condi ciones. La Constitución de 1824, concebida desde una perspectiva federalista regida por leyes, inició el proceso con el cual la naciente nación mexicana intentó su reorganización política y económica.
México inició su vida independiente con grandes conflictos internos, luchas por el poder y la total ausencia de un proyecto de nación mediante el cual el país pudiera lograr su entera libertad. Primero se intentó traer a un miembro de la casa real espa ñola para que fungiera como rey del naciente imperio, pero este proyecto de nación no consideraba modificar la estructura que había beneficiado a la clase política, militar y eclesiástica. Por lo tanto, no se llevó a cabo y, en su lugar se instauró el Imperio de Iturbide. Posteriormente, se estableció un gobierno federal y republicano, el cual creó una constitución a favor de una parte de la clase política. No todos los grupos políticos estuvieron de acuerdo con este proyecto y, a raíz de ello, surgió una división política y una lucha de más de treinta años.